Ni explotados, ni maltratados, ni abusados

NI EXPLOTADOS.  NI MALTRATADOS. NI ABUSADOS

Aprovecharse de un niño siempre es fácil. Un niño tiene siempre menos poder que un adulto, y hay adultos a los qué ese desvalimiento, en lugar de llevarlos a proteger, como debería ser, los lleva a abusar. Hay muchos niños y niñas que son golpeados y torturados. Los adultos que viven con ellos descargan sobre ellos su violencia y la ira que sienten contra el mundo, los usan de chivos emisarios.

Hay muchos niños y niñas que son abusados sexualmente. Con el agravante de que muchas veces el violador es una persona muy cercana —su propio padre, un hermano mayor, un tío, un abuelo- y eso hace que se le haga muy difícil al niño hablar y pedir ayuda.

Hay niños a los que se les pone un arma en la mano y se los envía a la guerra, a matar y a morir. También hay muchos niños a los que se manda a robar.

Hay niños que primero son inducidos a consumir droga y luego contratados para venderla. Hay niños y niñas robados, o comprados y vendidos como mercadería. Muchos de ellos serán dedicados a la prostitución, la pornografía o a  alguna otra forma de comercio sexual. Son muchas las situaciones por las que sentir dolor, indignación y vergüenza.

Todos hemos oído hablar de ellas. Muchas las hemos visto con nuestros propios ojos. Y hasta es posible que conozcamos algún caso cercano, que deberíamos denunciar cuanto antes.

La Convención dedica ocho de sus artículos a pronunciarse claramente contra estos delitos. Dé acuerdo con esos artículos, los Estados que la han firmado se comprometen a impedir y castigar toda forma de maltrato, ex­plotación y abuso.

También a evitar que los menores sean reclutados para la guerra.

Y a ayudar al niño maltratado, explotado o abusado a recuperarse física y psicológicamente y a reinsertarse en la sociedad.

Ni el Estado ni la comunidad ni la familia podrán desentenderse de la violencia sobre el niño. Tampoco podrán desentenderse de los niños que cometen delitos. La Convención los obliga a velar por ellos, asegurándoles un juicio justo, un trato siempre humanitario y la pena más leve que las normas vigentes permi­tan. Un niño o una niña que han delinquido tienen derecho a que se respeten sus derechos.

Montes, Graciela. De qué hablamos cuando hablamos de derechos?. 6s As. UNICEF. 2000. pag 29/30

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